Los números golpean
con crudeza: han transcurrido seis años desde que el
brutal atentado a la AMIA cobrara la vida de 86 personas
y aún no se ha esclarecido el hecho y muy probablemente
nunca se esclarezca; la evasión alcanzó cifras récord,
el 66% de los inscriptos en el sistema (10,5 millones de
personas) no hace sus aportes y probablemente no vaya a
disminuir demasiado esta cantidad en el corto plazo.
El Estado no brinda
justicia como es debido y sin ella entra en crisis el
concepto de armonía y paz social; el Estado no recauda
impuestos y contribuciones de la totalidad de los
contribuyentes, por ende el esfuerzo no es equitativo y
así no puede garantizar las prestaciones mínimas para
la totalidad de la población (salud, educación,
Justicia). Si no puede cumplir con sus mínimos deberes,
cuál es, entonces, el rol que los argentinos tenemos
reservado al Estado en nuestra organización social? Justicia ?
El atentado a la
AMIA, como también el perpetrado contra la embajada de
Israel agravian a nuestra sociedad, no sólo por el dolor
irreparable por las vidas perdidas, sino por que nos han
puesto a los argentinos frente a una realidad tan o más
dolorosa, cual es la falta de un sistema de justicia real
en el país.
Estas grandes causas
son a la sociedad como un faro a los navegantes:
iluminan, muestran el camino, son una referencia. Sin
ella, se pierde el rumbo, no encontramos la meta,
naufragamos. Al no encontrarse los culpables de estos
crímenes, todos sentimos que no hay rumbo, que fallan
los parámetros de la convivencia social, en otras
palabras, que naufragamos como comunidad.
Y lamentablemente,
esto comprende tanto estos juicios "testigo"
como los miles de expedientes menores que no encuentran
adecuado final en la Justicia por demoras, ineficiencias
en la recolección de la prueba, etc..
A la intencionalidad
política con la que puede haberse desempeñado el juez
Galeano en esta investigación, se le suman además, en
la percepción social, todas las fallas estructurales del
Poder Judicial como Institución, como poder del Estado
en su rol de impartir justicia en todos los fueros y
jurisdicciones, y esa sensación alcanza por lógica
también, a la policía como auxiliar de la misma y como
organismo estructurado para combatir el delito.
Sobran ejemplos de
injusticia. Por citar sólo dos: el incendio de la disco
Keivys donde murieron 17 personas y el asesinato de
Jimena Hernández. La primer causa, luego de más de diez
años se archivó y fueron sobreseídos los tres
imputados sin que se pudiera encontrar a los responsables
de la tragedia. El caso de Jimena también es patético:
después de doce años, ni presos, ni imputados por la
violación seguida de muerte de la pequeña en el Colegio
Santa Unión, prescribió la causa.
Estar
en negro es la regla
Siempre hemos sabido
que la economía informal o "en negro"
constituía un problema para la economía del país por
su influencia negativa de la recaudación impositiva y
por el perjuicio que le acarrearía en el futuro a los
trabajadores que no estuvieran registrados.
Este gobierno
anunció que castigaría la evasión y pondría en la
cárcel a los evasores. Bueno, ha llegado la hora de
construir más cárceles. Tal vez esta sea la forma en
que el gobierno piensa reactivar la economía. Porque los
últimos datos revelan que la evasión previsional es
récord: en el sistema de autónomos, sobre 2,5 millones
de trabajadores, el 83,37 % no paga sus aportes; en el
sistema de capitalización donde se hallan inscriptos 8,1
millones de empleados, sólo pagan 3,4 millones. En
total, el 66% de 10,6 millones de empleados no hace
aportes.
Escalofriante, sobre
todo si consideramos que en el futuro próximo millones
de personas no van a reunir los requisitos mínimos para
poder jubilarse. Además de constituir en el presente una
flagrante situación de injusticia respecto de los que si
aportan (sobretodo en el sistema de reparto) esto
representa un quebranto financiero que habrá de
proyectarse sobre ejercicios futuros comprometiendo la
salud del sistema.
¿
Reformar o Refundar ?
Ea década del 90
significó la emancipación de los conceptos atávicos
que nos tenían esclavos del estatismo, el dirigismo y la
inflación. Numerosas estructuras anquilosadas y
deficitarias dieron lugar al florecimiento de la
actividad privada, la inversión y el desarrollo de
nuevas tecnologías que por décadas estaban ausentes del
escenario productivo del país. Una nueva generación de
managers irrumpió en el mercado, se vinculó al mundo e
irradió una nueva imagen de la Argentina. El primer paso
estaba dado.
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Dice el cuento que
cuando Dios, interrogado al momento de la creación de
por qué era tan generoso con estas tierras dándole los
cuatro climas, las cosechas, los minerales y otras
ventajas y a otros en cambio, no les había dado tanto,
dijo "para compensar, las llenaré de
argentinos".
Los buenos
propósitos chocaron en la segunda fase de la
transformación con la ambición de la política (reforma
constitucional, por ej.) y con una buena dosis de
lentitud para encarar los desafíos pendientes propia de
nuestra idiosincrasia..
El tiempo pasa y los
cambios que faltaban hacer, no se llevaron a cabo.
Mientras tanto, los países más competitivos siguen
alejándose. A esta altura, deberíamos preguntarnos sin
en vez de reforma no deberíamos hablar de refundación
del estado.
Federalización, Profesionalismo y
Digitalización.
La Justicia ya no se
arregla con cambios superficiales. No alcanza con
extender el horario de atención de tribunales o
construir la ciudad judicial. Es una cuestión de estado
y como tal no es un problema únicamente del Poder
Judicial. Otro tanto ocurre con la salud y con la
educación, en donde si bien parece haber bajado el nivel
de conflicto a raíz del fondo docente, corre el riesgo
de quedar rezagada en la aplicación y uso de las nuevas
tecnologías, entre ellas, Internet.
Al Estado argentino
hay que refundarlo, ya no reformarlo. Y esa refundación
deberá girar sobre tres ejes fundamentales:
federalización, profesionalismo y digitalización.
No es posible hablar
de equidad hoy en día si no atendemos la situación de
millones de argentinos que viven y trabajan en provincias
quebradas. Hay que reformular el sistema federal de
gobierno y para ello, será vital un nuevo diseño de la
coparticipación federal, en donde cada provincia se haga
cargo de sus superávits y sus déficits.
A la administración
pública no se la arregla con un manual de buenos modales
para atención al público. Hay que jerarquizar la
profesión pública, abandonar el clientelismo, generar
managment como en el sector privado e incluso competir
con él para tener a los mejores. Hay que incorporar
parámetros de eficiencia y rendimiento, terminando con
la estabilidad por si misma y la antigüedad como
sinónimo de aumento salarial.
Hay que cambiar de
mentalidad y pensar en un aparato estatal informatizado,
digital, menos burocrático, que abandone el soporte
papel y los miles de formularios y se vuelque
decididamente a los documentos electrónicos. Que esté
en línea con las necesidades de la gente.
Este Estado
agonizante, el que no puede darnos justicia ni recaudar
impuestos, forma parte de la argentina vieja, la que nos
arrasó con la inflación y nos defraudó con las
empresas públicas.
Es hora de construir
un nuevo Estado para un nuevo siglo.
* El Dr. Martín Borrelli es Presidente del
Partido Federal
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