ANTERIOR - ÍNDICE - SIGUIENTE

 

 

La Hoja Federal

Número Extraordinario

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 En la Convención Regional

con el Dr. Andrés Fescina.

Carta de Francisco Manrique durante un viaje a Europa al Dr. Andrés Fescina

Bonn, 9 de junio de 1977.

Dr. Andrés Fescina

Buenos Aires

 

Mi querido amigo: Después de pasar por París y Ginebra, he recorrido por horas Bonn para continuar con mi viaje, y escribo estas líneas cuando estoy sometido a una extraña combinación de angustia, indignación y supermagni-ficado cariño por nuestro país. Lo resultante debe ser, quizá, desespera-ción. Te preguntarás qué es lo que me sucede. Resulta que he hablado con mucha gente de distinta condición cultural, intelectual, social, religiosa, moral, política e ideológica, y, en todo lugar advertí una condena cerrada a lo nuestro, producto de mala y de buena información- A la par he com-probado cuanto se erra el camino para borrar esta espantosa cosa negativa que hemos proyectando y que algunos se encargan de exage-rar.
Escribo al correr de la pluma y temo que el tropel de sensaciones no me permita ser claro y realista, pero lo intentaré.
En Francia comentar sobre la Argentina es agobiante. No hay francés que no esté convencido de que el salvajismo más horrendo dirige nuestros destinos. Al gobierno de Amin Dada lo ven divertido y al nuestro, dramático. En la Rue de la Madelaine se vive el éxito sonoro de Susana Rinaldi. Los prime-ros días fue un vacío de público pero luego, en un técnico en esas cosas, se le ocurrió presentarla como “la violen-cia Argentina hecha tango” y las colas son importantes. Y la Rinaldi, que ade-más de cantar se ha dedicado a expli-car que nuestra barbarie no es tal, na-die le cree en lo político pero se le admira en el escenario. “Violencia” y “Argentina” parecen sinónimos. Y las historias más crueles, hasta lo absurdo, corren de boca en boca, dejando como ingenuas las actitudes de la Gestapo que en París dejó su inolvidable marca.
El contraste es que “lo argentino” es objeto del cariño francés por la obra silenciosa y triunfal de muchos artistas que han venido a la ciudad Luz para poner en evidencia el grado de “cultura gaucha”. Y la francesa aplaudió a Vilas, a rabiar. Y los aficionados esperan a “los grandes Pumas” o comentan de Monzón como si fuera parte de “la Francis”. Y se habla de Sábato o de Borges como luminarias de la literatura universal, capaces de decir “su verdad” con palabra honesta y auténtica difundiendo, explicando a nuestra Argentina en su hora actual. Y se adora a Atahualpa Yupanqui con su arte, con su figura, al mismo Atahualpa Yupanqui a quien el actual Embajador Argentino ante el Quo d´Onay lo llamó un día para pedirle que se convirtiese, “un poco”, en “también embajador”, respondiendo: “Hace diez años que lo estoy haciendo”.
En Francia se admira nuestro grado de cultura y es por eso, más sus méritos, más su conducta, más su figura de hombre superior y más sus condiciones diplomáticas, que Víctor Massuh goza de enorme prestigio dentro y fuera del multinacionalísimo palacio de la UNESCO, dentro y fuera de Francia. Y esto es algo que llena de orgullo, por sobre todo cuando por todas partes se critica, se ajusticia, despiadadamente, a nuestra tierra.
A esta altura comprenderás las contra-dicciones que he encontrado, contra-dicciones que he procurado traducir. Por ejemplo, al ponderar al equipo de rugby de Los Pumas, el firmante del artículo se inicia con una mención geográfica de la Argentina y una refe-rencia a la violencia para, recién des-pués, como justificándose de antema-no, se decide por ponderar a nuestro equipo “ubicado entre los mejores del mundo”. Caso parecido advertí al tocarse el tema de Borges y sus juicios, sus apreciaciones, pero aquí en una sofisticada mezcla informativa e impe-rativa: respeto al gigantesco hombre de letras cuyos conceptos a veces asombran por lo no ortodoxo aunque llenos de sinceridad y frescura honesta, para continuar con una estadística escalofriante de muertos y desapare-cidos y terminar con la afirmación, por parte del articulista sobre que “ha teni-do la mayor libertad de movimientos, ha transitado por la turbulenta Buenos Aires hasta en las horas más increíbles de la madrugada sin que nadie lo molestase y sin encontrar episodios de alteración del orden, ha comprobado que los argentinos aún en sus escase-ces económicas llenan estadios, restaurantes y cines, etc., etc.
¿No será que realmente somos un país contradictorio? De seguro que quere-mos paz y orden pero ¿procedemos adecuadamente para lograr esos objetivos?
En un vernissage escuché decir que en Barcelona hay ya más de 60.000 exi-liados argentinos, económicos y políti-cos. Y me juraron que el “best seller” en España, su otra etapa preelectoral, ha sido un libro sobre “Los crímenes en la Argentina”, en el cual se relatan espan-tosos hechos protagonizados por “la bestialidad de grupos gubernamenta-les regulares o irregulares”.
Diría yo que la palabra oficial del gobier-no argentino, respecto de la violencia, goza del más profundo descrédito. Por ende las de sus representantes. Pero sí son apreciadas las argumentaciones, las críticas o las explicaciones de gente que se considera “no comprometida”. Hasta me atrevería a adivinar que el francés está deseando que todo lo que se dice sobre la Argentina sean menti-ras y que se le demuestre que “ese lejano y legendariamente provisor de la otra parte del mapa, sigue siendo un país de libertad”. No se trata de que debe tolerarse a la violencia, sino de atacarla con métodos civilizados, con la ley en la mano, con la más fuerte ley que sea necesaria. Pero jamás con la arbitrariedad.
Se me ocurre que tratando de explicar estas contradicciones esté resultando incoherente. Pero seguiré insistiendo en esta carta, que amenaza ya ser muy larga, para tratar de hacerme entender.
La noticia de Buenos Aires hablan de muertos. Esto no lo pueden esconder los corresponsales por más buena voluntad que tenga. Y se convierten en principales noticias, junto con los promocionados escándalos. El todo es un cuadro aterrador, con un “gobierno de tres cabezas” y una enorme incapacidad para generar hechos positivos sobre ideas concretas. La experiencia del Ministerio de Planea-miento ha sido seguida acá con interés. No en balde se transitó tanto sobre el tema. Y en el Consejo Económico So-cial, donde se sigue paso a paso lo que en esa carta sucede, se ha pasado de la expectativa a la risa. “Poca seriedad” es la más transcribible opinión. En cuanto a un oscuro inspirador de esa temática y sacerdote, que desde hace muchos años predica sus insensateces hasta haber conseguido un grupo de impor-tantes adictos, el concepto con el que se lo califica es a todas luces no repro-ducible. Una “revolucionaria” reorgani-zación ministerial consiguió más entu-siasmar en lo interno y sorprender, ha-sta la desolación, fuera de nuestras fronteras.
Nadie duda que la Argentina es un país maravillosamente dotado para crear dentro de “normas económicas sensa-tas” aunque “los planes no sean la per-fección suprema”. “Pero se dice- la falta de continuidad es espeluznante y si a eso unimos el espectáculo de escán-dalos ¿quién querrá invertir allí excepto el capítulo de aventuras, caro y corrup-tor?”. Martínez de Hoz tiene buen nom-bre pero ya no es aquel de hace un año atrás. El desgaste le está llegando y re-piten: “cuando vino aquí el año pasado nos habló con criterio económico y polí-tico sobre el país que iban a hacer pero hoy, si viene, no tendrá más remedio que hablarnos del país que han hecho, lo que no le favorecerá”. Cuando insistí sobre la coincidencia de que “con un enorme esfuerzo popular y un principio de reordenamiento mental se han logrado bases sanas económicas que permitan entrar en un futuro cierto positivo”, se me respondió: “¿Hasta cuando creen que la base popular resistirá en un país donde todos tienen deseos de progresar? ¿Qué respuesta política a más de las investigaciones escándalos y represiones da el gobierno?. No es cuestión ya econó-mica. Se trata de un problema de con-ducción nacional, con ideas, para el pueblo compuesto de seres humanos que afectivamente han dado todo su esfuerzo y comprensión. Se trata de que el esfuerzo callejero no fue acompañado por el esfuerzo guberna-mental, donde todo sigue como antes. Se trata de que se ha perdido el tiempo, que ahora es muy difícil de ser recuperado. Y se trata de que, en fin, la cosa económica no puede caminar sola, no con Martínez de Hoz, ni con Adenauer, ni con Friedmann. Se ha hablado de los errores del peronismo pero excepto ciertos presos ¿qué se ha hecho de fondo?”.
Estos conceptos pertenecen a un diri-gente francés de primera línea, cuyo nombre me pidió reservar pero que quizá un día sea Presidente de Francia. Un moderado realista que conocía los vicios y las virtudes argentinas como la palma de su mano.
Pero también hablé con autoridades eclesiásticas: la misma confusión, el mismo mar de contradicciones, y con-versé con argentinos residentes que estaban en París hace muchos años, derrochando capacidad para absorber experiencia y dar relieve a nuestra Argentina con la labor silenciosa, per-sonal, lejos de los gobiernos, lejos de esos dineros de “pavos reales” mal usados por nuestras embajadas en fastuosas como estúpidas reuniones sociales sin objeto cuando podrían servir para dar la mano a genios en potencia, que puedan con eso, obliga-dos a orientar su arte en procura de la dosis proteínica indispensable.
Para resumir diría yo que quizá la bondad básica de un gobierno radica en disponer de la bendita gracia de “saber discernir”.
Terminamos entonces con las arengas bélicas, y con las promesas de terminar con la guerrilla. Hablemos menos de ellos y hagámoslo de la mano de la ley, con la Justicia afirmando la autoridad de quienes tienen enormes responsabi-lidades. Y si no se hace así ocurrirá que estaremos engendrando climas y grupos deformados por el mismo procedimiento deformado, al que se ha recurrido para terminar una deforma-ción; y entraremos en una nueva defor-mación peor que la anterior. Es menes-ter ponerle punto final a toda arbitrarie-dad por pequeña que sea recordando que la Alemania de Hitler se suicidó por ese camino, como quedaron presos millones de seres humanos con los semejantes métodos rojos. No vaya a ocurrir que con las explicaciones vacías sobre nuestra cuestión argentina, sin quererlo, estamos contribuyendo todos a redactar el epitafio de a República.
No gastemos dineros en “relaciones públicas”. Gastémoslo para ordena-rnos adentro que el resto, el respeto y el prestigio, nos vendrá por añadidura. Y embajador nuestro, buen embajador, será el argentino satisfecho con su país, no por haber llegado a la cima de sus aspiraciones, sino por tener la oportunidad de hacerlo.
De París pasé a Ginebra. Fue otra ex-periencia. La O. I. T. es una más de las tantas mentiras internacionales. Es apenas un gran escenario que, tras bambalinas, oculta felices burócratas movidos por hilos visibles e invisibles, por intereses nacionales, ideológicos o personales. Y además es una aprove-chable Sala de Prensa Ecuménica desde donde puede darse a conocer “la aceptación calurosa de un genial desa-cuerdo”, aunque el disertante haya encontrado la solución hasta hacer po-sible hacer desaparecer de la noticia hasta el más destacado personaje.
Y esta O. I. T., la OIT, preocupó al gobierno argentino y lo hizo arrodillar frente al altar de las misas negras del sindicalismo corrupto que, año a año, nadando en dólares, viajan a Europa a dejar en Ginebra sus tarjetas mientras compran paraguas en Londres o cami-sas en Roma y hacen su tarea periodís-tica los escribas a sueldo, doble o triple, a doble o triple patrón.
No me extenderé más sobre el tema. Preocupémonos en Argentina por una buena Ley de Asociaciones Profesio-nales que defienda al buen trabajador para que la producción haga su felicidad, en cuota justa y para que su espíritu, contenido en la mejor letra, promueva la aparición de hombres honestos en funciones de conducción sindical, que abundan, pero que siguen pisoteados por los aprovechadores de hace mucho tiempo y la insensatez de gobernantes y empresarios.
Los grupos o instituciones que practi-can el deporte rentado o gratuito de destruir a la Argentina, se movieron bien: impregnaron Ginebra de un anti-argentinisimo apestante pero siempre aprovechando caudales indiscutibles. El terrorismo subversivo aquí pretende hacerse una sola cosa con el sindi-calismo corrupto. Pero no son una cosa sino dos, aunque desde ambos secto-res la política sea “dar de palos al gobierno”. No hay pues que confundirse. Pero hay que hacer las cosas bien. Sindicalismo sano para un país sano. Gente sana hay pero ¿hay ideas sanas? ¿se esconde algo? o es que, simplemente, no hay ideas.
Allí en Ginebra, por segunda vez un Sindicato de Mecánicos me invitó a dialogar sobre Argentina. Hace dos años tuve con ellos el primer contacto. Y aquí estoy. Alemania occidental no gana 3 a 1 en football y 10 a 1 en sindi-calismo. ¿Por qué no organizamos también este campeonato y a más de hacer estadios no construimos un or-den laboral ejemplar?.
Hacen cinco días que salí del país nuestro tan querido. Soy de esos pocos hombres que han viajado mucho, con puertas abiertas en todas partes del mundo, con todo a puertas abiertas, de poderosos y de hombres de clero, de gobiernos o de instituciones privadas. Posiblemente nada de eso merezco, pero es así. El tiempo a mí me va corriendo aceleradamente. La vida me dio mucho y quiero ahora devolver a la vida de otras vidas, todo lo que siento, todo lo que acumulé y acumulo en con-tacto con otros problemas pero viviendo los propios. ¡Cinco días! Y parecen meses. Y reviento de indig-nación cuando pienso que en mi Argentina han de estar todos enreda-dos en cosas chicas, y olvidando las grandes que sería tan fácil de intentarlo. Y reviento de indignación no por las investigaciones o las represen-taciones sino por los métodos que se aplican, muchas veces difamatorios cuando no vejatorios.
Y desde lejos me afirmo en la concepción de un sistema de vida que se funda en la protagonización, la digni-dad humana y la movilidad social. Ese es el proyecto nacional. Lo demás será perder el tiempo a favor de un obsoleto y absurdo capitalismo de derecha, tan obsoleto y absurdo como el capitalismo de izquierda. Y de ambas márgenes, umbrales de la estupidez humana, sur-girá esta violencia degenerada y cruel que pretenderá meternos a todos en su fuego cruzado. Usemos la cabeza ¡por Dios!.
Hasta pronto.

Manrique

Francisco Manrique y el Partido Federal. Votando (derecha).

 

Con el Dr. Martínez Raymonda, compañero de fórmula en 1973 (abajo derecha).

 

Con autoridades del Distrito Capital, Dr. Guillermo Francos y Dr. Raúl Mariscotti (abajo).

ANTERIOR - ÍNDICE - SIGUIENTE