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Argentina


Año 19  Número 168

República Argentina, 22 de mayo de 2017

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La provincia de Buenos Aires fijó por ley la cantidad de desaparecidos y el nombre del Proceso

El "Nunca Más" y los 30.000

Los funcionarios provinciales quedan sujetos al léxico oficial y obligados a expresarse por ley

Por Gustavo P. Forgione

Por algún motivo de difícil entendimiento, una Ley de la provincia de Buenos Aires cambió la denominación del "Proceso de Reorganización Nacional" por el de "dictadura cívico-militar" y fijó el número exacto e inequívoco de 30.000 para la cantidad de desaparecidos entre el 24 de marzo de 1976 y en 10 de diciembre de 1983, estas son exigencias forzadas para los funcionarios provinciales, que deberán referirse en esos términos al período histórico determinado y al resultado estrictamente matemático de los desaparecidos en ese período.

Resulta una medida novedosa, tanto por el cambio de denominación de un proceso histórico asentado en normas, libros, reportajes de diarios, revistas, radio y TV, en sus distintos formatos y soportes, lo que hará difícil establecer de qué se está hablando en el resto de los estados provinciales de la República Argentina, donde el conocimiento de la historia y su investigación aún son respetados, sin cambios imperativos en las denominaciones de los hechos, más aún, si estos responden a una tendencia política de un momento determinado; tanto como para la determinación exacta de un número icónico como si fuera cierto.

Como fundamento, su autor, el legislador Díaz Pérez indicaba que “No podemos permitir que aún hoy, en actos públicos, quienes deben representar las expresiones y valores de la democracia se pronuncien subestimando las atrocidades llevadas a cabo esos años, o minimizando su impacto, en lo que constituye un verdadero negacionismo”.

¿Acaso cambiar el nombre de un momento de la historia modificará su efecto en la memoria de los ciudadanos bonaerenses?

¿Creerá el legislador que denominar "dictadura cívico-militar" al "Proceso de Reorganización Nacional" o "dictadura militar del '76" resultará más definitorio de la trágica realidad para quien conoce o ignora lo ocurrido entonces?

¿Sabrán los ciudadanos del resto del país a qué se refieren los funcionarios obligados por el rigor de la ley de llamar "dictadura cívico-militar" al gobierno experimentado entre 1976 y 1983, o los bonaerenses deberán agregar palabras como "Proceso", citar las fechas o agregarle el nombre de sus protagonistas, para ser interpretados por el resto de los argentinos que no están sometidos al rigor de esta Ley?

La respuesta a estos interrogantes son de difícil resolución ya que, de referirse de otro modo a ese hecho histórico, los funcionarios desacatados podrían ser condenados de algún modo por no cumplir con estos preceptos en extremo absolutos.

Es lamentable que, luego de tantos años de democracia llevada adelante desde hace casi dos siglos, con las interrupciones conocidas desde 1930 hasta 1983, exista una norma tan retrógrada, que establezca nombres nuevos para hechos conocidos y, peor aún, que determine un número arbitrario y obviamente inexacto para la cantidad de víctimas de una tragedia, sólo porque es un número entero, sostenido religiosamente por un sector organizado de los ciudadanos.

Más aún, los funcionarios quedan obligados a citar la estricta definición "dictadura cívico-militar" y la cifra de "30.000", junto a la palabra "Desaparecidos", en cuanto acto público se haga referencia a lo ocurrido entre el 24 de marzo de 1976 y el 9 de diciembre de 1983.

Más allá de lo poco práctico que implicarán las exposiciones de los funcionarios obligados por esta disciplinada norma, resulta un retroceso grave en la libertad de expresión que, luego de esta ley, restringe la forma y el modo de expresarse de quien se refiera a un hecho histórico ocurrido durante ese lapso.

Es entendible que haya legisladores que necesiten que su nombre figure al pie de una norma tan recalcitrante, debido a alguna cuestión de egolatría pero, esto puede tolerarse cuando la norma es intrascendente, no cuando exige que los ciudadanos crean determinada cosa y la repitan taxativamente y de un modo tan categórico.

 

El Nunca Más y los 30.000

Ante la inexplicable polémica en torno de la cantidad de desaparecidos durante el Proceso de Reorganización Nacional, cabe destacar que, en algún momento se estableció la cifra de 30.000 desaparecidos, con el fin de hacer entender al mundo que en nuestro país se estaba secuestrando y asesinando gente, desde el Estado, por su accionar político.

Esa cifra y su difusión, fue la bandera que permitió dar a conocer a propios y ajenos los trágicos sucesos, luego se generó la creación de la comisión que dio por resultado el "Nunca Más" y la aplicación de justicia a quienes habían cometido delitos de lesa humanidad.

Así, los magistrados argentinos llevaron a juicio a los culpables, investigaron a todos y cada uno de los perpetradores de esos delitos y, con esa información, sumada a la proporcionada por la Comisión Nacional para la Desaparición de Personas establecieron un número de detenidos, desaparecidos, reaparecidos, caídos en combate y asesinados en una cifra inicial de 8.960.

Se entiende al "Nunca Más" como el único resultado oficial de la investigación de la comisión ad hoc y exclusiva, el que en la parte pertinente indica lo siguiente:

 

"La CONADEP formó 7.380 legajos,

comprensivos de denuncias de

familiares de desaparecidos,

testimonios de liberados de los

centros clandestinos de detención

y declaraciones de miembros de las

fuerzas de seguridad que intervinieron

en el accionar represivo"...

 

A ello se le suman las inspecciones in situ de la Comisión, la información provista por las FF.AA. y de Seguridad y de diversos organismos públicos y privados.

 

No es difícil entender que el número

de 30.000 fue una bandera y que,

al hablar de cantidad, el número oficial

arroja aproximadamente 8.000.

 

Luego, el régimen kirchnerista reeditó en 2006 el "Nunca Más" original, modificó el prólogo de 1984 escrito por Ernesto Sábato, al cual Ernesto Mattarollo, subsecretario de Derechos Humanos de entonces justificó tal agresión al texto, indicando que "en el prólogo histórico de la Conadep había un intento de justificación del terrorismo de Estado".; según indicó al periódico Página 12.

También agregó datos sobre centros de detención, estableció otro número a la cifra de desaparecidos, lo que trajo otra novedad a los datos previos y acomodó el texto al pretendido por ese modelo regente.

 

Nunca Más

El prólogo del "Nunca Más" redactado por Ernesto Sábato concluía con estas palabras:

"Se nos ha acusado, en fin, de denunciar sólo una parte de los hechos sangrientos que sufrió nuestra nación en los últimos tiempos, silenciando los que cometió el terrorismo que precedió a marzo de 1976, y hasta, de alguna manera, hacer de ellos una tortuosa exaltación. Por el contrario, nuestra Comisión ha repudiado siempre aquel terror, y lo repetimos una vez más en estas mismas páginas. Nuestra misión no era la de investigar sus crímenes sino estrictamente la suerte corrida por los desaparecidos, cualesquiera que fueran, proviniesen de uno o de otro lado de la violencia. Los familiares de las víctimas del terrorismo anterior no lo hicieron, seguramente, porque ese terror produjo muertes, no desaparecidos. Por lo demás el pueblo argentino ha podido escuchar y ver cantidad de programas televisivos, y leer infinidad de artículos en diarios y revistas, además de un libro entero publicado por el gobierno militar, que enumeraron, describieron y condenaron minuciosamente los hechos de aquel terrorismo.

Las grandes calamidades son siempre aleccionadoras, y sin duda el más terrible drama que en toda su historia sufrió la Nación durante el periodo que duró la dictadura militar iniciada en marzo de 1976 servirá para hacernos comprender que únicamente la democracia es capaz de preservar a un pueblo de semejante horror, que sólo ella puede mantener y salvar los sagrados y esenciales derechos de la criatura humana. Unicamente así podremos estar seguros de que NUNCA MÁS en nuestra patria se repetirán hechos que nos han hecho trágicamente famosos en el mundo civilizado".

 

Bochornosa devaluación

Como si la existencia de desapariciones forzadas y homicidios por parte de un gobierno no fueran una tragedia imposible de digerir, vemos que, a través del tiempo y, dependiendo de quién interprete los números fríos, las cifras se fueron tornando de forma vergonzosa, como si ello no se hubiera tratado de desgracias personificadas por seres humanos.

Así  en determinaos momentos, personajes como Miguel Bonasso, ideólogo terrorista y protagonista de los años de plomo en nuestro país, hace cálculos matemáticos para llegar a una cifra de 11.471, pero agrega que el número de "los sagrados 30.000" no se mueve.

Oportunamente, un informe proveniente de Washington, DC, más precisamente producido en Lagley, Virginia, también en EEUU, basado en otro informe del espía Enrique Arancibia Clavel de la inteligencia chilena DINA, indicó que el número de desaparecidos y asesinados entre 1975 y 1978 se estimaba en 22.000.

Estela de Carlotto fue más allá, siendo la única en superar el hito de los 30.000 al indicar: “Nosotros manejamos esa cifra de 30.000 porque los propios genocidas la llevaron a 45.000. Todavía estamos recibiendo denuncias de nietos que nacieron en cautiverio porque hay personas que se están animando ahora a contar la verdad".

Desde la Secretaría de Derechos Humanos de la era kirchnerista, Martín Fresneda, hijo de desaparecidos, creó el “Registro Unificado de Víctimas del Terrorismo de Estado”, que llevó ese número a 6.348 desapariciones forzadas más 952 personas asesinadas sin desaparición previa, lo que arroja un número de curiosas cifras redondas de 7.300, casi coincidente con el informe oficial previo, pero con 80 desaparecidos y asesinados menos.

Claudio Avruj, también desde la Secretaría de Derechos Humanos, basado en el informe de Fresneda, presentó el número de 6.348, que luego aumentó a 7.010, más 1.561 homicidios desde 1973 hasta 1983.

 

Una de las personas más activas y serias

en estudiar la cuestión desaparecidos fue

Graciela Fernández Meijide, quien perdió

a un hijo de 17 años por parte del

gobierno militar y fue miembro de la

CONADEP, en 2009 indicó que

los muertos por el terrorismo de estado

fueron 7.954, según la documentación oficial

recabada entonces, desde la

Secretaría de Derechos Humanos.

 

¿Por qué el número de 30.000?

Un día apareció un tal, Luis Labraña, terrorista montonero arrepentido, quien en un reportaje realizado por “El Espejo”, un medio de la provincia de Jujuy, el viernes 18 de octubre de 2015 y confesó: “yo inventé que fueron 30.000 los desaparecidos”, indicando que habría sido una cifra tirada al azar por él mismo para que la represión en Argentina fuera reconocida como genocidio por los organismos internacionales, y que les permita hacer un supuesto negocio por las indemnizaciones que cobran las víctimas del golpe de estado que involucra lavado de dinero y agregó:

 

“Inventamos lo de 30.000 desaparecidos

para obtener subsidios de Holanda,

Inglaterra, Francia, Italia ,España,

y otros países.

 

En el reportaje de 2015, el ex montonero concluye: "Yo tengo el original de esa época, una carpeta que trajeron a Holanda con 3.800 personas supuestamente desaparecidas o muertas y después fue elevado a 30.000".

"Todo eso se sigue mintiendo, mintiendo. Cuando las madres se dividieron eso se ocultó, porque si no mermaban los subsidios del estado a esa ONG, que además le daba una partecita a Madres de Plaza de Mayo, porque era también un negocio de la ONG. También en eso hicieron negocios los europeos. La ONG cobraba una cantidad de dinero y el 15% era para las madres".

Hurgando más sobre el número de 30.000, e intentando recabar datos de fuentes que nos den un indicio del caprichoso número, surge un discurso del propio Jorge Rafael Videla, quien en 1977 aludió:

Hay varias razones esenciales: han desaparecido por pasar a la clandestinidad y sumarse a la subversión; han desaparecido porque la subversión las eliminó por considerarlas traidoras a su causa; han desaparecido porque en un enfrentamiento, donde ha habido incendios y explosiones, el cadáver fue mutilado hasta resultar irreconocible".

Y acepto que puede haber desaparecidos por excesos cometidos durante la represión. Esta es nuestra responsabilidad; las otras alternativas no las gobernamos nosotros. Y es de esta última de la que nos hacemos responsables: el Gobierno ha puesto su mayor empeño para evitar que esos casos puedan repetirse”...

Luego en 2001 en un reportaje ante al periodista María Seoane, el ex presidente de facto sostuvo: "La sociedad argentina, cambiante, traicionera, no se hubiera bancado los fusilamientos: ayer dos en Buenos Aires, hoy seis en Córdoba, mañana cuatro en Rosario, y así hasta cinco mil, diez mil, treinta mil".

No existe duda de que hubo desaparecidos y nadie en su sano juicio lo negaría, ya que aún quienes los provocaron aceptan esa tragedia, pero es despreciable agrandar un número sobre esta desgracia, porque el hecho de pensar que, si fueran más, sería mayor la culpa de quien perpetró los crímenes, lo que implica una pobre devaluación del valor de la vida. En otras ciencias, sería equivalente a mentir en los datos de inflación y pobreza, para que los poco leídos crean que con esos datos se está mejor.

 

Números y religión

Sabemos que los números responden a mensuras y a la expresión de una cantidad respecto de la unidad; cuando el conocimiento sobre una cantidad es insuficiente, podemos estimar un dato aproximado, con ello podemos obtener una idea de tal mensura con un error aceptable, caso contrario, toda especulación posterior será errónea.

Imaginemos que comience a girar popularmente un número aproximado de la deuda pública externa y que éste difiera sensiblemente del que arroja la contabilidad oficial... a nadie en su sano juicio se le ocurriría dictar una norma que obligue a los ciudadanos a repetir dicho número; sea real o falso.

Claramente, este razonamiento no aplica cuando tratamos con tragedias personales, ya que su simplificación sería irrespetuosa para con quienes padecieron una angustia.

¿Por qué motivo alguien podría pensar que aumentar o reducir el número de tragedias personales reduciría la tragedia en sí?

Toda estimación desmedida, será creída por quienes así lo deseen, tal como ocurre con las religiones. Lo que el terrorista Miguel Bonasso denomina "los sagrados 30.000", no responde a números reales, aún cuando él mismo sabe que está engañando a quienes ignoran los números reales.

Toda afirmación del estricto número cautivo, sin aceptar un número mayor y, menos aún, uno más reducido, responde a una rígida imposición estrictamente religiosa.

Todas las religiones son respetables, siempre que no interfieran con la libertad del resto de los individuos que creen otra cosa; en el caso de los 30.000, se trata de un capricho impuesto por un grupo y que debe ser aceptado por los ciudadanos bonaerenses sin la posibilidad de pensar por sí y, menos aún, investigar la verdad.

El autor de la ley provincial sentenció: Los discursos negacionistas hacen renacer el dolor de las víctimas y familiares, renovando las humillaciones de los sobrevivientes. El cuestionamiento del número de víctimas y el uso de eufemismos para referirse a procesos históricos son los argumentos prototípicos”.

El autor de la ley equivoca la letra y el espíritu de su pensamiento, y lo impone como si se tratara de la Torah, la Biblia, el Corán, el Talmud y cualquier otro libro sagrado que obliga a sus fieles a someterse a un dogma sólo por la razón de que está allí escrito, y condena a quien piense libremente, investigue, persiga la verdad y el conocimiento, y a quien no se someta a sus preceptos sagrados.

 

Es deplorable que en el Siglo XXI

una Ley de la provincia de Buenos Aires

someta a sus ciudadanos a un credo,

so pena de ser catalogados de herejes.

 

 

 

 

 

 

Gustavo P. Forgione
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