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La Hoja Federal

Número Extraordinario

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Marzo de 1972

 

Revista CONFIRMADO

 

 

 

Entrevista a

Francisco Manrique

Demasiadas veces se comparó al Ministerio de Bienestar Social con la secretaría de Trabajo de 1945 y a la promoción de sus titulares en base a la atención de necesidades personales hace 27 años y ahora. Inclusive en un punto hay comparación: estar en distribuir, en disminuir las tensiones sociales, antes que en producir.
Sería ilógico contraponer distribuir con producir. Cuando hay épocas de malestar social hace falta un ministerio como éste, que es de Bienestar Social, llámese como se llame. El país tiene una crisis financiera que se traduce en una determinada inflación, intensificada tremendamente por la situación psicológica del país. Hay dudas, y también un proceso de institucionalización que es difícil, donde nadie sabe cuál será la reacción del electorado y donde faltan líderes claros que puedan orientar la solución futura. En este estado de cosas, es especialmente importante que alguien se ocupe del bienestar social. A mí me toca actuar sobre las consecuencias: éste es un ministerio de consecuencias. Sobre las causas actúan otros sectores del gobierno: no veo por qué una cosa debe excluir la otra. Al contrario: si contribuimos a la mejor distribución de la riqueza, sabemos que no se puede distribuir si no se produce.

Hay otra crítica: si Bienestar Social palia y distiende, contribuye a eternizar las situaciones injustas. Hay un ángulo desde el cual esta objeción es justa: sería el ángulo de Oscar Wilde, cuando dijo que los peores dueños de esclavos eran los mejores dueños de esclavos.
No es así. En primer lugar no es cuestión de esclavos, sino de injusticias...

...como en el caso de los jubilados. ¿Usted calculó cuántos votos significan los jubilados?
Yo no mido nada en votos. Eso lo hacen quienes permanentemente quieren sacar afuera sus maldades y aplicárselas a sus semejantes. Jamás mido las cosas en votos. Si lo que usted quiere saber es cuánta gente está vinculada al servicio previsional, la cifra es: más de un millón cuatrocientas mil personas. Y si me habla de votos le diré que en cooperativas hay cuatro millones de personas, en mutuales hay cuatro millones y medio de personas, en obras sociales hay siete millones de personas y cuando usted termine la suma le va a dar mucho más que todo el electorado.

 Yo le hice una pregunta antes, que no me la contestó. Era la de los buenos dueños de esclavos. En otras palabras: ¿Usted no piensa que esta estructura económico-social es perfectible?
Hay mucho para perfeccionar.

Entonces, lo que es paliar defectos, ¿no ayuda a que sobrevivan las injusticias?
Eso es un sofisma para mí. Los dueños de esclavos buenos ayudaban, es cierto, a que se mantuviera un mal sistema, pero es que el sistema de negociar esclavos era malo, totalmente malo. Aquí es otra cosa y, por otra parte, lo que se trata no es de mantener lo malo, sino de cambiarlo. Mire, cuando el tiempo pase se comprenderá que se está haciendo una verdadera revolución social; una verdadera revolución que no ha sido promocionada como el país merece. Estoy tentado, a veces, de promoverla, pero no lo hago porque toda la gente acostumbrada a pensar mal encontraría la oportunidad para pegar golpes a un sector que está trabajando bien.

¿Cuál es ese sector?
Este sector. Este sector está trabajando bien y este sector está regalando al país una verdadera revolución social, tremenda, como nunca ha existido en época alguna en el país, que no está promocionada.

Perón y los militares

Clave: Francisco Manrique fue militar: en la Armada llegó a capitán de navío, grado que no utiliza nunca ya que pidió la baja de la institución alrededor de 1960, a fin de poder opinar libremente en su diario Correo de la Tarde. En efecto, una crítica que allí formuló a la conducción del Ejército fue interpretada por algunos como una posición de la Armada, ya que Manrique ostentaba todavía su grado: para que fuera el último equívoco, reclamó y obtuvo su baja. Fue también un vehemente, militante, antiperonista. Ahora sigue defendiendo a los militares, pero deja de lado su pasado antiperonista.

Como precedente... ¿Le gusta Perón?
Yo me tengo que cuidar mucho de lo que digo, a pesar de que no soy un conservador de mi persona porque soy ministro. Pero voy a decirle que Perón es un factor importantísimo, ineludible, de una solución nacional...

¿... con el cual hay que hablar?...
Yo no le tengo miedo al diálogo. Y creo que a esta altura nadie en el mundo le tiene miedo al diálogo. A lo que sí le tengo miedo es a los arreglos bajo la almohada. Yo me opongo a las conversaciones soto voce, pero no a las conversaciones.

Las Fuerzas Armadas, que fueron a veces presionadas para decisiones inmaduras políticamente, ¿pueden absorber esa necesidad de conversar con todos, inclusive con Perón?
Usted sabe que yo conozco muy bien a las Fuerzas Armadas. Sé lo que piensan, sé cuando se dejan llevar por motivos emocionales y sé cuando cometen errores. Pero sé perfectamente de la pureza de sus intenciones y sé que existe en ellas una verdadera vocación de renunciamiento. En este país siempre se han hecho revoluciones para dar elecciones y el único fenómeno alargado sería éste, aunque su objetivo también fue político. Las Fuerzas Armadas tienen una enorme responsabilidad.

Ayer leí un reportaje donde un ex comandante en Jefe reconoce haber cometido errores en varios planteos y en iniciativas que determinaron la caída de un presidente constitucional. Ese reportaje trasunta una gran honestidad, una gran sinceridad, una gran capacidad de autocrítica cuando dice, por ejemplo, que no eran ellos, los mandos, sino el presidente quien tenía razón en tal o cual cosa. Pero, al mismo tiempo, pregunto: ¿No es peligroso para un país que quienes son políticamente inexpertos tengan tanto poder? ¿No tendrá algo que ver con la lentitud en el avance del país durante las últimas décadas?
Aquí todos miramos a las Fuerzas Armadas como culpables de todo el jaleo político que estamos viviendo. Yo quisiera que usted recordara que los políticos han golpeado permanentemente a la puerta de los cuarteles. Y cuando ese señor al que usted alude produjo aquello que produjo, por lo cual hoy se lamenta, usted se olvida que a la puerta de su casa, para empujarlo, golpearon muchos políticos creándole reacciones emocionales de las que ahora se arrepiente. Aquí la culpa hay que buscarla en los malos políticos, que alentaron a los golpes de Estado como una solución que casi reemplaza a las elecciones para cambiar los gobiernos que no les gustaban. Prácticamente, a su turno, todos los políticos golpearon a la puerta de los cuarteles. Y conozco la pureza de intenciones de todos: estoy describiendo hechos, simplemente.

¿Qué garantiza al país la no reiteración de esas experiencias?
En este país, la época de los espadones pasó. Quedó totalmente atrás. Lo que nosotros queremos, lo que las Fuerzas Armadas quieren, es que nunca más, nunca jamás, se repitan los golpes de Estado. Y podremos estar seguros de eso el día que el país tenga gobiernos auténticos. Por lo demás, si hablamos del movimiento de 1966, que ejecutaron los militares, tuvo un consenso civil casi mayoritario, de manera que quienes dieron ese consenso no pueden olvidarse de eso.

En 1966, dice usted, hubo un gran consenso civil avalando al pronunciamiento militar. Pero el 8 de octubre de 1971 se intenta repetir toda la retórica de 1966, se habla desde la radio de Azul contra los "viejos políticos", y el país repudia ese golpe con una unanimidad que no tiene precedentes. El mismo país que cinco años antes había apoyado que se congelara la política, cinco años después dijo: "Eso se terminó ahora". Y pienso que lo dice con voz muy fuerte y muy clara. El país que aceptó la disolución de los partidos políticos...
... no la aceptaría hoy, ciertamente.

Y hoy nadie puede volver a disolver los partidos políticos, o tiene en todo caso que hacerlo contra la opinión de la gente y por la mera fuerza.
Claro, porque las circunstancias han cambiado. Algunos pueden atribuir eso al fracaso de los militares en el poder. Pero yo diría que no. No digo de ninguna manera que esto fue un éxito: sería tonto de capirote si lo dijera. Pero sí quiero decir que el país está en un nuevo estado de madurez. Y dice: en aquella oportunidad necesité esa aspirina, hoy ya no. Ese fue el plebiscito que se produjo a propósito del golpe de Olavaria. No es otro: el país plebiscitó su madurez, plebiscitó la necesidad de una salida institucional. Eso es lo que plebiscitó. Pero observe que hubo entonces una gran coincidencia de las Fuerzas Armadas con el pueblo: los militares sintieron perfectamente lo que pensaba la gente, apoyando la institucionalización. Y ellos apoyaron la institucionalización. Por algo caminó lo de 1966 y no caminó lo de Azul y Olavaria.

Como en todos los países, parece útil atenerse a lo que existe y trabajar con ello...
... con la realidad. Con el tiempo se logra la verdad. Y el cambio...

A eso iba.
... no consiste tanto en el cambio de hombres, aunque también puede ser bueno, como en el cambio de las condiciones de los hombres. Son las dos cosas. Nadie puede decir que el Perón de hoy es el Perón de hace quince años, como nadie puede decir que el Manrique de hoy es el Manrique de hace quince años y nadie puede decir que el Lanusse de hoy es el Lanusse de hace quince años. Aquí todos hemos adelantado en el camino, y siguiendo rutas convergentes.

En síntesis: el proceso lleva a que se hable con los políticos que están, no con los que algunos pueden querer que estén. Y entre ellos está Juan Domingo Perón. El peronismo no es Luco, como creía un ex presidente, sino que es Perón. Ahora bien: ¿las Fuerzas Armadas asimilan ese hecho?
Si el pueblo asimila un hecho, las Fuerzas Armadas asimilan ese hecho. Lo que no asimilan las Fuerzas Armadas es una solución inauténtica.

Lanusse: Competencia o amistad

Clave: Una de las especulaciones más difundidas en determinados círculos consiste en deducir que Manrique, promocionado a través de su ministerio y con buenos índices de popularidad -según algunas muestras de opinión- compite con el presidente Lanusse. El mismo estilo operativo de Manrique impulsa a veces esa imagen: el miércoles pasado, por ejemplo, se difundió un proyecto atribuido a Bienestar Social referente a la reforma constitucional. Manrique defiende, en este reportaje, esa iniciativa: sin embargo, ni siquiera la conocía hasta no ver la información en los diarios. Es posible que su actitud durante la conversación con el periodista haya sido motivada por un gesto de elegancia: no desautorizar a sus subordinados, ya que sin duda aparecería haciéndolo si dijera que no estaba enterado del texto. Lo que sabía, en cambio, es que el texto existía y como capitán del barco se hizo responsable del mismo.

¿Le gusta el Frente de Liberación Nacional?
Si el Frente de Liberación Nacional da una solución auténtica, bendito sea el Frente de Liberación Nacional. Yo soy un espectador en el orden político.

Este gobierno es extraño. La gente está en contra del gobierno, pero diferencia a ciertas figuras como si no tuvieran nada que ver con el gobierno: Lanusse, Mor Roig, Manrique. Es como si fueran islas. Pero Mor Roig tiene buena imagen entre los politizados, mientras que Lanusse y Manrique parecen los dos polos de atracción a nivel popular. ¿Es posible que Lanusse y Manrique compitan entre sí?
Mire, yo le quiero decir una cosa. Yo tengo dos características fundamentales, con las cuales me voy a morir. Una es mi honestidad, que no admito que nadie ponga en duda; otra es mi concepto de amistad. Yo, por esos dos elementos, que son básicos en mi vida, soy capaz de hacer cualquier cosa. Me molestaría que alguien pueda pensar, dentro de la politiquería más rastrera e inmunda, que yo estoy haciendo una competencia con Lanusse.

¿Y esa competencia no puede surgir en los hechos?
Yo soy un hombre que estoy trabajando con Lanusse.

Cuando termine su ciclo como ministro... ¿Usted piensa actuar políticamente?
Si veo que es necesario hacerlo, lo haré. Nunca respondo esas preguntas en forma tal de enajenar mi futuro.

En ese caso, ¿se afiliaría a un partido tradicional o fundaría uno propio?
No tengo la menor idea. Si alguien analiza limpiamente mi año y medio en este ministerio, verá que yo no engendré ninguna trenza política.

Pero registró una sigla, MAS.
Una sigla para contener o abarcar productos relacionados con imprenta. Usted sabe muy bien que entre eso y registrar un partido político no existe la más remota relación. Pero yo no descarto que algún día haga política, por supuesto.

¿Está a favor de la reforma constitucional?
Es un tema que no corresponde a mi gestión.

No es una pregunta con doble intención, ya que se atribuye a su ministerio haber elaborado un esquema sobre la reforma constitucional.
Yo creo en la necesidad de un cambio constitucional. No en su filosofía, sino en sus mecanismos: la duración de los mandatos, por ejemplo. Y creo que es terriblemente importante trasladar al interior la Capital de la República.

El Presidente dijo que definiría a su gobierno de centro-izquierda. ¿Usted se considera un hombre de centro-izquierda?
Me atrevo a interpretar que el presidente quiso decir lo siguiente: que él quiere un gobierno equilibrado en cuanto a los intereses y con un profundo concepto social. La gente cree que izquierda equivale a concepto social y, entonces, el presidente ha optado por ese calificativo y habla también de izquierda; pero habla también de centro, lo que quiere decir hablar de equilibrio. Yo estoy totalmente de acuerdo con lo de centro-izquierda, pero con otras palabras. Yo no utilizo expresiones geométricas, pero coincido con lo que quiso decir el Presidente: una democracia con conciencia social.

En su ministerio se elaboró un proyecto de reforma constitucional y de modificación a la ley orgánica de los partidos, según Clarín del miércoles. También dice que su ministerio propone un referendum constitucional, a celebrarse en septiembre; elecciones legislativas en noviembre; elecciones de presidente y gobernadores el 25 de marzo. El ministerio de Bienestar Social aparece así, insólitamente, como un ministerio del interior paralelo.
De ninguna manera. Yo no niego la existencia de esas ideas. Pero niego que interfieran. Si todos los sectores del país tienen que opinar, no veo por qué mi sector tiene que dejar de opinar. Eso no significa ser dueño de la verdad. Significa tomar la responsabilidad que nos corresponda como órganos del Estado.

¿Por qué existen tantos sectores -sin que sean claras las divergencias ideológicas- que centran tanto su artillería contra usted?
Permítame la vanidad de decir que despierto celos. Usted habló antes, sin decirlo, sobre alguna posibilidad política que se me puede atribuir a mí. Eso lo ven, lo sienten, lo palpan. Entonces se desata esta campaña baja, pero que no tiene importancia.

Aquí se habla de diversas variantes que preocuparían al gobierno: una, por ejemplo, sería una escalada terrorista; otra, un golpe fascista. ¿Tiene miedo a estas variantes?
Absolutamente, no. Son dos cosas que le repelen al pueblo argentino. A la gente le repugna tanto ese extremismo enloquecido como un golpe fascista.

¿Perón apoya este proceso?
Yo pienso que Perón es parte del proceso.

¿El proceso no puede frustrarse si la solución es incompatible con la voluntad de los protagonistas?
La realidad es que el país no admite fumatas a puerta cerrada. Con una solución falsa, el resultado será falso. Pero yo descuento la solución porque creo en la madurez de los dirigentes políticos. Por algo son dirigentes.

La madurez sería autenticidad frente a las bases y autenticidad en el reconocimiento de que las Fuerzas Armadas existen, según su tesis. ¿Es así?
Claro que sí. Hay que buscar al personaje que corresponda al país.

¿Si los dirigentes no llegaran a eso que usted considera como una actitud madura?
Eso es imposible. En ese caso, no solamente serían suicidas sino también asesinos.


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