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La Hoja Federal

Número Extraordinario

 

 

Correo de la Tarde,

editorial del 29/11/58

 

 

 

 

Estabilización o Caos

El "hombre de calle" contempla azorado la grave crisis económica que sufre el país.
Nadie quería pensar, hasta hace muy poco tiempo que las cosas habían llegado hasta ese punto; y ello es lógico, por otra parte.
Durante la campaña electoral se llegó a afirmar que el país no tenía grandes problemas. Se dijo que un equipo de técnicos había pensado y preparado todas las soluciones. Se informó que había grandes capitales extranjeros dispuestos a volcarse en nuestro país a la menor insinuación. Se acusó de que hasta entonces no se habían defendido los precios de nuestras cosechas y de nuestras carnes en los mercados foráneos, que se habían despilfarrado las divisas en importaciones suntuarias o inútiles…y tantas otras cosas.
Estas ideas fueron la base de la campaña electoral de la fuerza política triunfante del 23 de febrero. Todas ellas eran falsas. La realidad de los hechos ha demostrado esa falsedad en pocos medios.
Pero eso es tiempo pasado y nuestro objetivo hoy es incursionar en el futuro.
En nombre de lo "nacional y popular" se ha lanzado al país a una inflación desenfrenada que ha deteriorado la situación en una medida tal, que ahora son necesarias medidas drásticas y duras. No son suficientes los remedios suaves y oportunos que se pudieron arbitrar con prudencia y sensatez antes del derrumbe de nuestra moneda. Ahora hace falta una operación quirúrgica, grave, costosa y dolorosa. La responsabilidad de este sacrificio que deberá sufrir el pueblo argentino es de todos; pero es el gobierno el principal responsable de esta situación y quien debe arbitrar rápidamente la solución adecuada.

 

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Aquí no hay noticia cierta sobre la fecha en que el primer magistrado pronunciará su anunciado mensaje sobre los problemas económicos. En dicho mensaje el presidente anunciará, según lo anticipó, el criterio del gobierno para salir de la actual encrucijada. En este sentido, es claro que no hay mayor libertad de movimiento para 

elegir soluciones.
Es así, no hay mayor alternativa. La situación ha llegado a un punto tan crítico que el problema se plantea en forma de un dilema de hierro, del que no hay escapatoria; estabilización o caos.
El gobierno debe orientarse hacia la estabilización porque sin ella no habría dólares del Fondo Monetario Internacio-nal ni de los otros organismos oficiales o particulares norteamericanos que se asesoran con dicha institución.
Para estabilizar sería necesario:
Reducir el déficit del presupuesto
Adecuar los tipos de cambio a la desvalorización interna de nuestra moneda
Contener la inflación
Incrementar nuestras exportaciones
Establecer orden en el sector gremial

Sin ánimo de exagerar ni de usar superlativos se comprende que estas medidas son tremendas. En términos corrientes significan:
1º- Aumentar los precios de los combustibles
2º-Aumentar las tarifas de los servicios públicos
3º-Despedir gran número de empleados públicos
4º-Reducir la liquidez del sistema bancario
5º-Reducir la inversión en obras públicas y empresas estatales, y otras consecuencias desagradables que deben incidir forzosamente sobre el nivel de vida y las posibilidades de mejoramiento de la población.
A este punto hemos llegado porque en el país no se piensan ni se aplican soluciones racionales, sino ideologías; es decir, esquemas mentales falsos y alejados de la realidad. Si ahora se quiere ser "realista" habrá que poner orden en el país, y este proceso de reajuste lo tendrá que sufrir, inevitablemente, la población, a costa de la insatisfacción de sus legítimas necesidades y de la postergación por algún tiempo de sus deseos justificados de mejoramiento del nivel de vida.

Por otra parte, esta es la única forma de salir del pozo en que nos encontramos.
No es exacto que el Fondo Monetario Internacional tenga "exigencias" para con nuestro país y se complazca en proponer estas medidas impopulares y
desagra- 

dables. Somos nosotros quienes hemos ido a pedir ayuda a los Estados Unidos, y los organismos téc-nicos competentes nos dicen que no están dispuestos a ayudarnos si no empezamos a ayudarnos nosotros mismos; o en otros términos, si queremos su ayuda debemos echar las bases de la reordenación que permita hacer efectiva esa ayuda y no la convierta en dinero tirado en saco roto.
Esta es una alternativa.

 

o

 

La otra alternativa es dejar que las cosas sigan como están. Es decir: más inflación, más déficit presupuestario, más subsidios, más desorden, más descapitalización de las empresas privadas, imposibilidad de fomentar el imprescindible ahorro nacional.
Y en esta alternativa no habría dólares del F.M.I. ni de los otros organismos financieros norteamericanos, tendría-mos entonces cesación de pagos en el orden internacional en breve tiempo. Ello significaría que todas nuestras importaciones, aún las más imprescin-dibles (combustible, medicamentos, materias primas, etc.) deberían ser pagadas al contado…¿con qué divisas?.
Las consecuencias de esta situación son fácilmente previsibles: esta segunda alternativa es la mejor manera de hundirnos más profunda y rápidamente.
Este es el dilema de hierro: estabi-lización o caos.
Pero, ¿aceptará el pueblo argentino un plan de austeridad de conjunto?.
Es éste el trasfondo político del problema económico.
Queremos ser optimistas fundando nuestro optimismo en dos razones: que el gobierno exponga claramente la situación, toda la situación, fijando el camino a seguir, que habrá de ser recto e insospechable, iniciándose con efecti-vos ejemplos en el propio gobierno; y que el pueblo al conocer la alternativa, el camino a seguir y sus dificultades comprenderá el problema y apoyará con su sacrificio temporal para lograr las soluciones definitivas.


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