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La Hoja Federal

Número Extraordinario

 

 

Correo de la Tarde,

editorial del 12/12/58

 

 

La convivencia

en el Perú

El Perú, complejo y apasionante en su fisonomía física y humana, vive una época rara de libertad y confusión. País de Incas, Virreyes, soldados y alta clase dirigente, se aviene tan naturalmente a las formas paternales de la autoridad que sorprende su actual experiencia, en la que muestra ese aspecto desafinado, propio de los ensayos democráticos sudamericanos. Época difícil y llena de interrogantes: ¿será acaso una hora de transición que engendrará una nueva experiencia de vida, o terminará con una frustración más de este pueblo que tanto ha sufrido?

La opción inteligente de Alberdi por “la república posible antes de la república verdadera” tiene todavía plena vigencia en muchas partes del continente, en las que es menester educar para la libertad con vigor y prudencia; con vigor para construir el país del mañana y con prudencia para afrontar las realidades de hoy.
Con relación al país de mañana, es visible la voluntad nacional de elevar al Perú hacia su antigua jerarquía, ya que todo peruano siente un llamado que viene del legendario poder incaico y se nutre en la tradición virreinal.
En cambio, el diseño de la estructura que es urgente elegir para este tiempo, y el modo de construirla, constituyen un problema tan complejo que hasta parece no esencial dejar amplio espacio a la libertad individual. Esta última, viga maestra de la construc-ciones democráticas de Occidente, no juega el mismo rol en Perú, en donde existe una milenaria tradición de base comunitaria y altura imperial; así como una innata vocación de humildad en función de grandeza, a la que se suma una dolorosa experiencia republicana.
Este siglo, complicado y febril, sorprendió al país sin una estructura institucional ajustada al país real, propia de su peculiar naturaleza; tan distinta a la de los países europeos e incluso notoriamente diferenciada de otras naciones americanas. Sin embargo, las corrientes ideológicas que postularon en Europa la quiebra del orden social, tuvieron gran resonancia en el Perú, donde se desarrolló uno de los más originales e importantes movimientos de América: el APRA, cuya “R” significa revolución, y que tuvo, en su época, toda la pasión y la dinámica que ella implica.

 

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Formado por intelectuales y obreros, el APRA no sólo no conjugó al ejército en su acción, sino que a diferencia de la revolución mexicana, hubo un enfrentamiento total, planteándose una 

lucha borrascosa y sangrienta, que dejó un saldo de frustración social.
Rara será la oficialidad de un moderno ejército sudamericano que sea tan del pueblo como es la del Perú, donde se reclutan las planas mayores en todas las esferas, y la Escuela Militar es, en verdad, la puerta mejor abierta para que un joven modesto tome un camino decoroso y alcance posiciones expec-tables.
Esa esencia popular del ejército peruano no justificaba aparentemente un enfrentamiento total, como en reali-dad ocurrió. Tal vez fue el choque de jó-venes y apasionados teóricos contra la dura realidad del país.
Entretanto, el ejército incrementó su fuerza, mejoró sus cuadros, aumentó los efectivos y obtuvo material moderno y, paralelamente, el estado vigorizó su poder central por el progreso técnico, en particular de las comunicaciones, como así por el crecimiento de los presupuestos. Estado y ejército forma-ron un equipo muy fuerte y casi imposi-ble de afrontar con milicias o reacciones populares, y si además se suma que hubo administraciones serias, resulta-ron regímenes sólidos aun cuando tu-vieran imperfecciones y su origen legal no fuera ortodoxo.
Con toda una tradición de militarismo criollo, nunca el factor ejército ha jugado tanto en la vida de Perú (y en la de varios países hermanos) como en los últimos treinta años, porque la cohesión de una fuerza armada moderna confie-re gran poder a un auténtico dirigente militar.

 

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Lógicamente, la banca, los terratenien-tes, la fina aristocracia peruana, catedráticos y magistrados prestigio-sos, apoyaron a los dirigentes militares, optando por ellos antes que por un movimiento de revolución social.
Más tarde distintos factores coinciden-tes motivaron una fuerte reacción que culminó hace dos años, con la amplia consulta electoral que llevó al poder al doctor Manuel Prado y devolvió la legalidad al APRA.

Y así llegamos a este tiempo, en que surge un régimen denominado de “convivencia”, que agrupa: banqueros, terratenientes y el apoyo popular del APRA. Es lógico que tal agrupación sea de suyo inestable y en la argamasa que la une, hay mucho de ilusión de ensayar algo de eso que se denomina democra-cia. Es curioso que tal vez ninguno de los sectores que hoy sostienen el actual régimen político sea antiguo, constante y ferviente devoto de la democracia, sin embargo, ésta aparece como factor psicológico importante en la base del mismo.

 

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En la oposición hay también grupos poderosos y que cuentan con base popular, los que con frecuencia insinúan la necesidad de un gobierno militar argumentando que: la eficiencia es más importante que una apariencia de democracia.
Y aquí volvemos a Alberdi y a sus brillantes lecciones. Democracia y República pueden darse bajo formas muy diversas, pero su existencia posi-ble en Sudamérica está condicionada a “eficacia ejecutiva” y cuando ésta no existe de poco vale la Constitución vigente o la representación del pueblo que invisten los legisladores.
El Perú afronta hoy una crisis económi-ca por causas ajenas al país y a la esfera de acción de sus autoridades, pero la supervivencia de éstas residirá más en su habilidad ejecutiva para sor-tear la crisis que en el amparo que la fe democrática puede proporcionarle. Quizá sea el Perú uno de los países de Sudamérica más impacientes frente a los errores de conducción, los que hoy quedan tan al descubierto precisamen-te en virtud de la libertad de expresión que realmente existe.
El Perú vacila por el camino de la liber-tad; fuertes voces llaman a los soldados al poder y entretanto allá en la sierra, en las pobres y populosas regiones incai-cas, el comunismo siembra en tierra fér-til su semilla roja.


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